El Canijo de Jerez regresa a sus orígenes con "Ceniza y barro", su quinto y esperadísimo LP en solitario, de la mano de Volar Sin Alas. Un álbum con el que nuestro garrapatero cósmico favorito nos entrega su trabajo discográfico más maduro, toda una vuelta a sus raíces donde suenan más fuerte que nunca las guitarras, las palmas, los cajones y, cómo no, el jaleo. Coincidiendo con el lanzamiento del álbum, El Canijo de Jerez se encuentra inmerso con su inseparable Banda Magnética en una nueva gira por salas y que le llevará próximamente y antes de que acabe el año a visitar Sevilla, Málaga, Torremolinos, Madrid, Córdoba, Toledo, Valladolid, Bilbao, Valencia y Barcelona. Y que se ampliará en 2024 con nuevas fechas y citas en festivales.

Parece que fue ayer cuando aún celebrábamos la llegada de “Constelaciones de Humo”, el último —hasta ahora— larga duración de El Canijo de Jerez. También nos parece cercano aún en el tiempo cuando nuestro garrapatero del alma se lanzaba en solitario tras sus vivencias con Los Delinqüentes. Pero no: “Constelaciones de Humo” data, ahí es nada, de 2020, y “El nuevo despertar de la farándula cósmica”, su primera aventura a las bravas, veía la luz allá por 2012. Entre uno y otro nos llegaron “La lengua chivata” y “Manual de jaleo”, otros dos trabajos mayúsculos que convirtieron a Marcos del Ojo Barroso en una de las voces más singulares y afortunadas de nuestra escena.


El propio artista es consciente del largo camino recorrido. “‘Ceniza y barro’ cierra el círculo mágico de cinco discos. Es un cenicero lleno de recuerdos, el último trago del coronel Kurtz”, nos confiesa. “Después de esto quizás me tome un necesario e indefinido descanso. Por eso tiene ese cierto aroma a despedida. Estoy muy agradecido por vuestra compañía todos estos años de rumba y diversión. Pero este disco también es el camino escabroso hasta llegar a la cima y colocar la piedra de la libertad”. Quizás por esa conquista de la libertad, no duda en mirar atrás y regalarnos todo un viaje a sus orígenes. Porque su nuevo álbum posee la misma crudeza de sus inicios, aquellos donde predominaban la guitarra, las palmas, el cajón y, cómo no, el jaleo. “Sin tanta decoración, yendo a la raza”. Se podrá decir más alto, pero no más claro.

No es casual que el disco se abra con "Empezar de cero", toda una declaración de principios en dos minutos de vibración pura y con un estribillo arrebatador, de esos que son ya marca de la casa. Le siguen otras once canciones como puños, directas, como si El Canijo nos retara en el ring como un peso pluma, haciendo honor a su nombre. La sinceridad que asoma por cada uno de los surcos de este “Ceniza y barro” es tal que nos muestra al artista en todas sus caras, todas sus vertientes. Igual ajusta cuentas con la realidad que nos rodea —“hay más artistas que aficionados”, canta en “La plaga moderna”— que se pone más romántico que nunca en flechazos instantáneos dignos de Cupido como “Nuestra primavera”, “Veneno en el aire” o, tomen nota del mejor consejo que nos brindarán este maltrecho año, “El amor hay que regarlo todos los días”. Y todo, ojo, sin perder esa facilidad pasmosa que tiene el andaluz para conjugar con soltura en su música y en sus letras nuestra cultura pop: lo mismo te saca a Salinger a colación que le guiña el ojo a la añorada María Jiménez. Y lo hace con esa libertad siempre tan suya. Así es nuestro hombre. Arriquitaun.


Claro que no está solo, vuelve a estar aquí bien arropado por esa Banda Magnética que se han convertido en familia con el paso de los años y los conciertos: Pepe Frías al bajo, Manuel Cabrales a la batería, y Pedro Pimentel y Marcos Munné a las guitarras. Un grupo salvaje que haría las delicias de Peckinpah. La pandilla maravilla y el maestro de la pista. Bienvenidos a “Ceniza y barro”. ¡El show está asegurado!